jueves, 18 de julio de 2013

10- SIQUIERA DOS O TRES NOTAS...

   Cuando mi hermano toca el timbre de la puerta de nuestra antigua casa,  Elena se aferra a él y esconde su carita  en la curvatura de su cuello, que la acoge, protector y cómplice. Es un timbre de esos viejos, redondo y negro, con un círculo menor en el centro de color burdeos que al presionarlo produce la llamada. Aún puedo escuchar ese sonido con total nitidez si me lo propongo y en algunos momentos puedo sentirlo tan intenso que me hace ensordecer y quedar atrapada durante un instante en mis más tiernos recuerdos. La puerta es enorme, una puerta señorona y de mucho peso, como todo lo que guarda a buen recaudo tras su funda acolchada a rombos de color beige clarito, rematada por millones de chinchetas doradas que la bordean sujetándola. Al abrirse deja ver un recibidor muy amplio y 4 o 5 personas que siempre están ahí recibiendo al que llega. Esa puerta protectora, tras la cual se esconde mi pasado y mi persona. Cuando al fin se abre, Elena se abraza a mi hermano con brazos y piernas y  hunde aún más su cabeza, en un intento desesperado por hacerse invisible y no ser descubierta. Es muy morena y lleva el pelo liso y cortito, a melenita. Tiene unos ojos oscuros divinos que ya, a sus cuatro años, transmiten una fuerza intensa y presagian la bella mujer en que se convertirá un día. Y mi hermano entra diciendo: "Dejadla tranquila", "dadle tiempo"... y avanza con ella en sus brazos por el largo pasillo de techos infinitos hacia el salón... Pero todo esto pertenece al archivo de mi memoria. Quién diría entonces que ahora Elena, a sus veinte años,  es una chica decidida y resuelta, capaz de mostrarse abiertamente y con valentía a todo lo que se oculte detrás de cada una de las puertas, señoronas o no, que uno debe ir abriendo poco a poco a lo largo de la vida. 
   Y la que le tocaba abrir ahora suponía para Elena una aventura responsable y meditada, pero a la vez , muy apetecible y soñada. Para sus padres significaba la mejor opción posible y a la vez una enorme tristeza, maquillada como en tantas ocasiones con esa frase tan sufrida de "es por su bien", un regalo de vida en el que han entregado también una parte de la suya... 
    Y es que se iba a Londres a estudiar su carrera. Elena es muy inteligente y muy trabajadora, conceptos habitualmente excluyentes, y  está preparada para afrontar unos estudios difíciles gracias a su esfuerzo y su constancia. Y allí nos encontrábamos toda su familia, en su casa, una noche de Julio, dispuestos a hacer una bonita cena de despedida en la que se repitió tantas veces la palabra "suerte".  Y decidí que una ocasión así merecía una tarta de su tía Cristina.  No sabía muy bien el diseño y recurrí como tantas veces a internet y puse "imágenes de Londres" y allí estaba, un autobús de dos pisos que me pareció divertido. ¡Y empecé a modelar!




   En realidad era un diseño fácil y no me llevó mucho tiempo. Inspirada por la fotografía, forré el bizcocho de fondant rojo y comencé a recortar ventanitas grises. Puse las franjas blancas y entonces me topé con la bandera... ¡Tres banderas hasta que conseguí la definitiva! Como en tantas ocasiones, los detalles que más fáciles parecen son los que me llevan más tiempo. Al fin deduje en qué orden debía ir poniendo las tiras de cada color para que resultara una auténtica bandera británica.


   Y por último, en vez de la publicidad que portaba el autobús de mi fotografía, me gustó la idea de desearle a Elena esa buena suerte con palabras de fondant, que siempre son más suaves y sobre todo, más dulces... Hice las letras de London con los moldes de mayúsculas, recortando trozos sobrantes y escribí con un tubito de gel blanco la palabra "buses". El resultado fue muy bonito, era una tarta bonita, una de esas con las que quedé completamente satisfecha. Había conseguido hacer un buen regalo para Elena. 
   Sin duda, fue una de las tartas más admiradas por mi familia. Sé que a Elena y a su madre, mi cuñada Begoña, les encantó y con eso di por buenas mis horas de trabajo, que van siempre cargadas de ilusión y por eso cuestan menos. Claro, cuando de público se tiene a la familia, es imposible fracasar y además había un punto emocional flotando por encima del fondant que estuvo a punto de derretirlo a pesar de las avanzadas horas de la noche en que descubrimos la tarta.

   Elena estaba feliz. Emprendía con alegría este viaje y transmitía paz con su férrea seguridad en lo que hacía. Imagino, señor Serrat, que por el contrario, una melodía distinta merodeaba por la mente de mi hermano inundando todos sus sentidos. Ese "Qué va a ser de ti" que tantas veces él cantó en aquel salón tras aquella puerta enorme que era nuestra muralla familiar y que nos protegía de todo... Ahora que su pequeña le ha dicho que "en su alma y su piel se le borraron las pecas y su mundo de muñecas..." imagino que echa de menos sentirse protegido tras aquella puerta...Pero esa niña a la que le dio todo su amor, "amor sobre las rodillas..." es una mujer de hoy, preparada, lista, dispuesta a luchar por ella misma con entusiasmo y coraje y no hay motivo para canturrear lo de "Qué va a ser de ti lejos de casa..." aunque a veces, inevitablemente, alguna de sus notas, siquiera dos o tres, no puedan dejar de sonar en nuestras cabezas...



jueves, 2 de mayo de 2013

9- ALAS DE MURCIÉLAGO PARA MARIO, ALAS DE HADA PARA MÍ

    Motherhood- it will change your life. Este es el título de un artículo que leí casualmente en internet hace unos doce años. Mi hijo mayor ya tenía dos. Me sentí tan identificada con él que nunca he olvidado algunas de sus frases. En este, una mujer intenta explicarle a otra que está pensando en ser madre cómo cambiará su forma de ver la vida y de interpretar el mundo cuando lo sea. Y no se refiere a que dormirá menos o a que dejará de salir por las noches. Comienza hablando de una herida no visible que quedará abierta tras el parto por la que será vulnerable desde entonces y para siempre. Me pasé toda la década de los veinte intentando hacerme a la penosa idea para mí de que no tendría hijos, un diagnóstico dictado por diferentes médicos y con fundadas razones. Sin embargo, la naturaleza se abrió paso ante lo que parecía imposible y con veintinueve años nació mi primer hijo. Cuando Mario llegó al mundo surgieron en mí sentimientos que aun sospechados nunca imaginé que pudieran ser tan intensos. Un apego imposible de suavizar, un torrente de amor genuino y natural como ninguno, la legítima sensación de creerte tocada por un don divino, necesaria y valiosa, aunque de un modo diferente, pues como aquel artículo decía, mi vida había perdido su valor y su valía sólo podía ser testada a través del bienestar de mi hijo. Descubrí esos eternos instantes de felicidad única que te hacen sentir cosas simples como el tacto de tu bebé durmiendo sobre ti, su mirada clavada en tus ojos, el brillo de los suyos en cada una de sus sonrisas... También conocí entonces lo que duelen los hijos, cómo se padece cuando ves que sufre aun por las cosas más tontas...no quiero ni pensar lo que pueden llegar a doler otras...También lo leí entonces. 

   Y de pronto los años van pasando y tu hijo se va haciendo mayor...¿ese que ya me pasa de alto, de veras estuvo en mi barriga? ¿ese que ahora habla con una voz tan grave que no reconozco es el mismo bebé que balbuceaba graciosas palabras?´ Te pasas la infancia de tu hijo creyendo que lo estás haciendo genial: tu hijo toma las suficientes vitaminas, zumitos cada día, la mejor leche de farmacia, sin escatimar en gastos, va a muchas actividades extraescolares que desarrollarán su agilidad física y mental, les llevas siempre limpios y bien peinados, aprenden inglés a la carrera, son educados y dicen gracias y por favor....sin embargo, cumplen 14 años y ¡ horror! te vuelves una madre ignorante, inepta y poco válida, que no sabe qué ni cómo hacer para acertar y que su hijo se haga un hombre bueno. El vértigo se apodera de ti cuando sientes que desde ahora, poco a poco, será él quien vaya tomando sus propias decisiones y temes entonces que se equivoque, crees que aún es pronto. Quizá siempre lo creas... Como ya conté en mi tarta anterior, tiene razón mi suegra cuando me dice "añorarás las anginas de los 5"... Pues ahí estaba Mario cumpliendo esos confusos para mí 14 años en mitad del mes de agosto, no pudo elegir un momento más caluroso para nacer...Y en esa maleta de fondant que ya conté llevé para la tarta de Mª Ángeles, también iban los cimientos de la suya. Una tarta de algo que él, como buen valenciano que es, lleva grabado a fuego en su alma: el Valencia Club de Fútbol. Pensé que nada podía hacerle más ilusión que el escudo del Valencia comestible. ¿Qué tendrá el fútbol que cala en ellos desde su más tierna infancia y les transforma en pequeños forofos irreconocibles cuando gritan desgañitándose ese vibrante "gol!!!!!!" a la edad de tres años? En fin, sin duda esta era la tarta idónea. Era un diseño fácil y rápido. Bueno... tres horitas no nos la quitó nadie. Y digo "nos" porque allí estuvo conmigo, incluso participando en la decoración, mi suegra, aguantando como una jabata hasta las tres de la mañana. Esta manía mía por hacer las tartas de madrugada, me la debería hacer mirar...



  
   Llevaba una fotocopia ampliada del escudo del mismo tamaño que el molde en el que iban a ser horneados los bizcochos. La usé entonces como plantilla y la puse encima de las dos planchas de bizcocho ya rellenadas de chocolate y comencé a recortar el rectángulo con un simple cuchillo de sierra hasta que le di la forma marcada.  Ahora sólo había que medir el escudo en su parte más ancha y calcular el grosor de cada una de sus tiras. Cubrí el bizcocho con dulce de leche a modo de pegamento y fui poniendo tira a tira, cuidando que el fondant no se manchara. Forré los bordes de la tarta con negro y ahora quedaba lo más divertido.
Puse la tira azul y cubrí de negro todo lo que quedaba de la tarta, doblando bien el fondant por la parte de arriba para que adquiriera la forma de las alas. Recorté entonces la parte blanca de la fotocopia y de nuevo la usé como plantilla sobre fondant blanco, poniéndolo a continuación en la tarta, bien pegadito por su parte recta a la tira azul y dejándolo caer sobre el fondant negro que ya estaba puesto.


Ahora había que escribir el nombre del club. ¡Por fin podía usar las letras que compré, bastante caras, por cierto, para ponerlo! ¡Qué monas quedaron! Aunque he de decir que al trasladar la letra del fondant a la tarta se deforma fácilmente y por eso el tamaño varía ligeramente de unas a otras.



Como siempre, el final de la tarta ya te pilla cansada y tuve que hacer tres veces el balón porque a pesar de tener delante el dibujo no me salía nada bien. No es la primera vez que digo que usar los rotuladores de tinta comestible no es fácil y no me salían bien las líneas de la pelota. Pero creo que al fin lo conseguí y quedó aceptable.



     Casi casi estaba acabada pero a ese murciélago le faltaba algo... dos simples tiras de fondant blanco marcando sus alas que le dieron vida. ¡Ahora sí podía volar! ¡ Y la tarta voló con él nada más apagar las velas!



Acabé la tarta y de pronto recordé aquel lejano artículo de internet que terminé de leer con lágrimas en los ojos. Lo imprimí entonces y lo tengo guardado en la misma carpeta donde guardo las ecografías de mis hijos.  Al final la amiga que es madre asegura a la que se lo está planteando  que nunca se arrepentirá de haber tomado esa decisión, aunque toda tu vida, física y emocional, personal y profesional quede relegada a un segundo plano tras colocar  sin atisbo alguno de duda a su hijo en el primero. Y ahí está Mario desde que nació, junto a mis otros amores, en el primer plano de mi vida.  Porque el brillo de sus ojos se sigue clavando en los míos cuando sonríe. Porque se me sigue quebrando el alma cuando algo malo le pasa. Porque el negro de ese murciélago valencianista que se ha convertido en el color preferido de su indumentaria habitual desde hace un par de años no logra oscurecer la diversidad de colores a través de los cuales veo la vida desde que mi primer hijo llegó al mundo. Lo hizo en mitad de una escandalosa tormenta de verano que fue tan intensa como mi despertar a la maternidad. 
    Si pudiera, me encantaría agradecer a Dale Hanson Bourke, autora del artículo, que me hiciera sentir al leerlo la magia que envuelve a cada una de sus palabras. Y hablando de magia, cuenta mi querida Campanilla que con la primera sonrisa de cada bebé nace un hada. Quizá todas las madres nos convertimos en hadas al serlo. Desde luego, con o sin alas, nos pasamos el día volando de aquí para allá por ellos. Yo, decididamente, con o sin las alas, me sentí un hada encantada el día que vi la primera sonrisa de mi hijo y ese encantamiento, ahora, con sus catorce años, su bigote incipiente y su escudo del Valencia, sigue siendo tan fuerte y tan mágico como entonces. ¡Quizá algún día hasta me nazcan alas de hada y vuele como el murciélago de su tarta! Y si no es así, y en realidad no nos está concedido el hechizo de serlo, le copiaré a Dani Martín su ingenio, para pedirle a Campanilla que siempre le cuide y le guarde.


  

sábado, 20 de abril de 2013

8- UN iPAD Y MUCHA CONEXIÓN

  
Esta es, con diferencia, de todas las que he hecho hasta ahora, mi tarta preferida.

   Se la hice a mi suegra.
  Mi suegra es especial. Son muy pocas, aunque alguna hay, las amigas que hablan bien de sus suegras. A veces, yo prefiero no dar mi parecer, pues creo que pensarían que miento. Los comentarios que hacen cada una de ellas sobre las suyas son siempre peores que los de la suegra anterior y partimos de la base de que la primera ya era, como mínimo, aprendiz de bruja ...  Así pues, soy consciente de mi suerte. 
   Sé que ser una buena suegra es un acto más de amor hacia tus hijos, pues creo que es entonces y no en el momento del alumbramiento, cuando el cordón umbilical empieza de verdad a desprenderse y aunque intuyo que por fortuna nunca llega a quedar del todo separado, sí que en esta ocasión debe ser bastante doloroso. Recuerdo aquella escena de "El padre de la novia", una de las películas con la que siempre lloro a pesar de las continuas reposicionesen que este aconseja a su hija abrigarse, cayendo su consejo en saco roto. Un momento después, el mismo consejo proviniente del novio de su hija hace que ella rápidamente vaya a por una chaqueta. Es una escena muy graciosa, pero encierra una enorme tristeza encarnada en el rostro de Steve Martin, ese padre que se resiste a admitir que ya no es él quien conduce el corazón de su hija.
   De mi suegra aprendí hace mucho a responder "claro" a la pregunta "¿Me haces un favor?" cuando aún no sabes lo que te van a pedir. También aprendí lo que es la generosidad en estado puro, la entrega a la familia, el respeto a las decisiones ajenas, incluso a las equivocadas, la elegancia hecha vida, la dulzura en el cansancio... muchas cosas que dichas así, seguidas, mitigan su importancia pero pensadas y sentidas una a una hacen de ella alguien especial, pues no es común que tantas cosas buenas coincidan en una sola persona. También algunas otras verdades vividas, como que a los seis años de los hijos todo está pasado, que antes o después se añoran las anginas de los cinco, que si alguien te avisara de que veinte años pasan tan deprisa quizá habrías hecho las cosas de otra manera, que hay que desterrar la expresión "no puedo" de nuestro vocabulario y otras cosas más terrenales, como a hacer ese fantástico y socorrido arroz al horno, que en Madrid no se cocina y que a mis hijos les encanta... Sigo aprendiendo cosas de ella cada día y aunque no nos vemos a diario, en la distancia me llenan incluso sus mensajes no dichos.
     Hace ya tiempo que está inmersa en una lucha de titanes en la que combate con tanto arrojo y valentía que deja anonadados a quienes la rodeamos. Y en el fragor de esta batalla apareció en su vida un aliado inseparable que la ha ayudado a mantenerse en todo momento conectada al mundo en toda su plenitud. Y no me refiero a su marido, que junto a ella forma un equipo indisoluble en el que viven, sienten y padecen como si fueran sólo uno, mezcla envidiable por la calidad de las materias primas con que está hecha y por la ausencia de fecha de caducidad. Es algo material: ¡¡un i-pad!! ¡Señores de Apple, si contrataran a mi suegra para vender sus tablets, la rentabilidad de sus acciones sería aún mayor si cabe! Deberían plantearse incluirla en nómina para que hiciera ventas on-line desde casa, sería líder de ventas. Me maravilla la facilidad con la que maneja esta nueva tecnología, que como va implícito en su denominación, no ha formado parte de la educación de ninguna de las personas mayores de treinta años. Sin embargo, ahí está esta abuela yeyé, con sus sesentaitantos, descargándose aplicaciones, jugando a apalabrados, retwiteando twits de famosos, siguiendo blogs diariamente, conectándose por facetime con sus nietos y navegando libremente por internet, haciendo descubrimientos, en muchas ocasiones, asombrosos. Sí, ese aparato en el que, a pesar de su finura, parecen caber todas las recetas mágicas para evitar el tedio y la soledad, la tecnología con corazón, la que acerca a las personas y las une por encima de la distancia y de las dificultadesPero vayamos a mi tarta, o a la suya...

   Estábamos en la playa. Desde Madrid ya tenía clara la idea. La tarta para mi suegra no podía ser otra que un i-pad, Cumple los años a principio de agosto, así que disponía de pocos días para tener todo comprado y preparado. Lo llevé todo desde Madrid, fotocopias de ipads ampliadas para poder ver bien todos los iconos, el fondant de un montón de colores,  la base, el rodillo, los instrumentos, los  moldes...casi una maleta más en medio del desorbitado equipaje que trasladamos cada año en nuestro viaje de vacaciones. Sin embargo, de forma casual, buscando precisamente un regalo para ella, encontré en un centro comercial el molde perfecto, aproximadamente del mismo tamaño del ipad, eso fue de gran ayuda.
   Empecé muy tarde a decorarla. Eran más de las 12...de la noche. En mi casa todos dormían y era el momento perfecto. Los bizcochos los había hecho y emborrachado de almíbar por la tarde para que estuvieran ya fríos. Ahora venía lo más divertido. Cogí mi propio ipad para ir copiando los iconos. Tenía en foto la imagen del suyo, y empecé por decorar el fondo igual, en dos tonos azules que ya me costó encajar.  Estuve un buen rato intentando dilucidar qué era mejor, si pegar el fondo y luego los bordes blancos o cubrir de blanco excepto el rectángulo central y encajar ahí el azul...y si digo la verdad, no me acuerdo cómo lo hice al final, pero sí que fue una de esas labores complicadas que se deben hacer antes de empezar a modelar lo bonito. 
   Después fui haciendo cada icono. Era perfecto. Desde mi mesa de trabajo oía el mar...hasta que poco a poco fui empezando a verlo. Sí, amaneció mientras hacía la tarta. La terraza estaba abierta y era una sensación muy agradable. Disfruté haciendo esa tarta. No tenía prisa, ni por qué correr, nadie me necesitaba y estaba de vacaciones, podía dormir lo que quisiera al día siguiente...bueno, eso era sólo un pensamiento esperanzador, pues una madre nunca puede dormir todo lo que querría. Sensación divina de sentir que hacía lo que quería hacer sin más miramientos, sólo con la ilusión del momento en que regalara esa tarta al día siguiente.


    Algunos iconos eran fáciles pero otros me llevaron su tiempo. Dediqué casi media hora a cada uno de ellos, pero estaba encantada, intentando hacerlos lo más parecidos posibles. Sólo contaba para ello con el cúter para alimentos y con mis propias manos. Sé que no quedaron perfectos pero el resultado final era bonito. Hice lo que pude, pero disfruté mucho haciéndolo. ¡Descubrí aplicaciones que hasta entonces no sabía que estaban ahí!  Me gustó mucho hacer, por ejemplo, esta margarita con fondo azul y blanco.

  
   Fui rellenando de iconos varias filas de la pnatalla y cada vez que pegaba uno con aquel brandy viejo que me dejó mi suegra, a quien debí contar alguna milonga por la que lo necesitaba, me parecía que quedaba más bonita.

   Ese 5 era el día de su cumpleaños. Muchos detalles los dibujé con rotuladores de tinta comestible, pero son muy difíciles de usar, no hay más que mirar esas dos corcheas que distan tanto de evidenciar que soy hija de músico...si mi pobre padre las hubiera visto...


 Hubo un icono que se hizo especial por todo el tiempo que me costó hacerlo. No conseguía los colores e invertí un buen rato en su preparación. Este fue el resultado y así quedó después junto a los demás.                                         

  
¡El ipad iba tomando forma!



Ya sólo quedaba poner la manzanita. La llevaba fotocopiada en varios tamaños, era sólo cuestión de recortarla en papel y usarla como plantilla para recortar el fondant negro alisado. ¡Ningún tamaño valía! Tuve que reducirla 2 veces a mano, cuidando que la forma quedara igual de proporcionada. Lo que pensaba no tendría complicación alguna y me llevaría un minuto, me costó mucho más tiempo y algo de despesperación, pues ya iban a ser las siete de la mañana y entraban decididos los implacables rayos de sol del verano. Y quizá por la fuerza de estos, a  pesar de mi disfrute, se me empezaban a a cerrar los ojos y me moría de ganas de verla terminada. Al fin logré pegarla y lo cierto es que la manzanita contribuía notablemente a mejorar el resultado.



Y así quedó mi ipad comestible. Lo cierto es que quedó pintón. Incluso diría que se veía más bonito que en las fotos, pero eso debe ser amor de creadora. 



  
    Cuando se lo di a mi suegra tardó un tiempo en reaccionar y ver que era una tarta. Pero cuando se dio cuenta, sé que le encantó. Y ese fue el momento perfecto, pues una tarta no puede devolver el cariño, la comprensión y la complicidad que yo siempre he recibido de ella pero en cada uno de esos iconos en los que tanto tiempo invertí, iba además del fondant un poquito del enorme agradecimiento que le debo a mi suegra por todo lo que siempre me ha dado. Y sé que a pesar de que entre mis sobrinos e hijos desaparecieran  todos ellos en menos de cinco minutos destrozando un poquito mi alma con cada uno de sus pequeños mordiscos, quedó aquel día flotando en el ambiente un dulce olor a fondant. Ese fondant que modelé dejando impregnados en él  pequeños y queridos trocitos de mi vida. Y es que Mº Angeles forma una parte especial de ella y sé que sabe que la quiero pero me pareció que era bonito decírselo en una tarta. Y si hubiera existido un icono para una aplicación de cariño habría sido el más importante del pastel y no habría dejado que se lo comieran nuestros niños, lo habría guardado en uno de los cajones de su mesilla para que a ella nunca se le olvide. y que sepa así que aunque las suegras no se eligen, a mí me tocó, sin duda, la mejor que podía imaginar.




miércoles, 10 de abril de 2013

7- ¡DE VACACIONES!

    No sé si es que yo soy una niña mimada o es porque mi trabajo siempre me ha obsequiado con unas largas vacaciones, pero no hay para mí una sensación más placentera que la emoción que vivo los días previos a la llegada de las ansiadas vacaciones de verano. Y aunque, como ya he dicho, las mías son muy largas, en realidad las vacaciones no empiezan realmente ¡hasta que no te vas a la playa! 
    Un fin de semana de julio se nos ocurrió a mis hermanas y a mí juntar a toda la familia para hacer una comida de despedida, pues cada uno marchaba antes o después a sus respectivos destinos de vacaciones.
    Entonces se me ocurrió. En aquel libro que os comenté de mi prima la de Irlanda había una tarta de maletas que me dejó impresionada. Y como yo no me pienso dos veces hacer lo que de pronto se me mete entre ceja y ceja decidí ponerme a hacer mi tarta de maletas. ¿Qué mayor muestra de espíritu vacacional?

   
   Tuve que hacer 4 bizcochos y aún así me quedó mucho más fina de lo que debería. En realidad, en el modelo del libro no se veían dos maletas como al final se apreciaban en mi tartas, sino una maleta y un maletín, pero fui incapaz de conseguir ese aspecto.
   Era una tarta fácil: forrar dos rectángulos con fondant rojo y hacer las asas y los bordes con fondant blanco más unos pequeños cierres de color gris. Lo único complicado fue conseguir que esas asas tan pesadas no se cayeran, para lo que tuve que esmerarme en conseguir enganchar cada asa al macizo del bizcocho a través de muchas pajitas. 
   Quedó bonita, aunque si la hiciera ahora me saldría mucho mejor, conseguiría el volumen que necesitaba y daría a los cierres un aspecto de costura rematada que las haría mucho más reales, gracias a las herramientas de las que ahora dispongo, pero eso es precisamente lo que tiene ir aprendiendo poco a poco.
   Hacer esa tarta fue una celebración absoluta pero cuando todos la vieron a los postres se transformó en una eplosión de alegría. La tarta era monísima, pero su significado era delicioso, el de una gran emoción compartida por todos. 

  Le puse flores y mariposas veraniegas revoloteando alrededor de las maletas. En realidad me hacía ilusión estrenar esos moldes de mariposas que dan un resultado tan bonito y no pude contenerme y pegar algunas como viajeras improvisadas sobre ellas. Escribí un "Feliz verano" con un tubo de icing gel que me regalaron junto a otros tres de diferentes colores pero que no me convencen, pues es muy dificil escribir con ellos. Tampoco tenía en aquel momento los moldes de letras que tanto juego me han dado en tartas posteriores. Añadí también unas flores que no pegaban nada, pero una vez hechas, me dio pena tirarlas...

  
    ¡La vida sin horario! ¡El soñado descanso! ¡El viaje prometedor hacia un sol infinito! La sensación de creer que durante unos días somos nosotros quienes disponemos del ritmo de nuestras vidas y bailamos a nuestro son y no al de otros... Visto desde la distancia, inmersa en amargos madrugones y en plena vorágine laboral, de la que aún debo dar gracias, creo que el sabor de las vacaciones es más dulce que el de cualquiera de mis tartas. Pero cada pequeño trozo de esas dos maletas nos supo a todos a pura gloria. Y aunque escasas de ropa, fueron el equipaje perfecto para emprender al fin nuestros respectivos viajes.


sábado, 9 de marzo de 2013

6 - UN ZOO DE AZÚCAR

     Una tarde aburrida de verano les propuse a mis hijas hacer una tarta fondant. Tenía en la nevera desde hacía meses unas chocolatinas especiales  (flaked chocolate bars)  que me envió mi prima desde Irlanda, pues yo no las encontré por aquí. ¡Suerte que el chocolate tarde tanto en caducar! Son muy originales, pues tienen la apariencia de troncos de árbol o de pedazos de leña. Es la misma prima, aunque tengo más,  esta es la única..., que me regaló una Navidad hace tiempo, antes de que yo hiciera mi primera tarta,  un precioso libro de tartas fondant que se llamaba " Quick and easy celebration cakes". Me encanta mirar sus fotos de vez en cuando y en más de una ocasión me han ayudado a decidirme por algún modelo. Una de estas tartas era una especie de zoo rodeado de muchos tronquitos de madera a modo de valla, bueno o de arca, como de hecho decía su título en el libro: "El arca de los animales".
     Cogimos todos los trozos sueltos de fondant que quedaban en la caja de restos de otras tartas. Lo cierto es que los colores eran feos y bastante poco apropiados para los animales, pero no era cuestión de hacer una tarta perfecta sino de pasar un ratito encantador haciendo animales con ellas. Y empezamos a modelar con ellos los 4 animales que la formaban. Fuimos siguiendo las indicaciones del libro para modelar cada uno de ellos.
  

     Empezamos por el león. Esa melena gris y esa cara roja no eran precisamente tonos muy favorecedores para los pobres leones, reyes de la selva, pero sus Majestades tuvieron que conformarse con este nuevo look y digamos que no salieron del todo mal parados.

  
  
   
    Le tocó ahora el turno a los osos. ¡Negros y verdes! Sí que eran originales. Parecían ositos marcianos pero quedaron simpáticos y tiernos. No teníamos útiles apropiados de modelaje pero fue divertido usar materiales caseros:  cucharas, tenedores, pajitas, palillos....Con las altas temperaturas del verano y la sequedad del ambiente enseguida se le hacen grietas al fondant y algunos nos salían feos pero ¡y lo que nos reímos por ello!



   Aún faltaban los tigres. Tigres verdes con el morro rojo... ni quedaron fieros ni quedaron tiernos... en realidad no sé cómo quedaron... ¿una especie  nueva? Le dibujamos los rasgos faciales con el rotulador de tinta negra comestible pero no conseguimos darle calidez alguna, más bien quedaron altivos y muy, muy serios.




   Por último, los elefantes.  A Clara le gustaba hacerlos y le quedaban bien, así que ella hizo casi todos. ¡Esta vez sí coincidimos en el color! Sorprendentemente los elefantes de la tarta modelo ¡¡eran rosas!! Quizá por eso nos pareció que quedaron mejor que el resto. Fuimos juntando todos en un plato de plástico y sin darnos cuenta, habíamos hecho un magnífico zoo entre las tres. Fue muy entrretenido modelar todos estos animalitos. He de reconocer que cuando se modela es de gran ayuda seguir instrucciones para hacerlo, pues para quienes como a mí no se nos da demasiado bien, nos sirve para ir guiando nuestros pasos, una no puede imaginarse en qué puede convertirse una bola de fondant si sabes cómo darle forma. Eso sí, no sé quién es luego capaz de comerse algo así. El fondant es excesivamente dulce y creo que ni un niño podría comerse la cabeza de uno de estos animales. Ni siquiera Clara, que sé que viene a acompañarme cada vez que empiezo una tarta para comerse en un algún descuido mío, o eso cree ella..., pequeños pellizcos de fondant, especialmente si son de sabores, como el de frambuesa, que  es el más rico de todos.


    Cortamos entonces las barritas de chocolate, bueno las que iban quedando después de que mis hijas se fueran comiendo algunas de ellas trocito a trocito, y las dispusimos como una cerca alrededor del bizcocho. Cubrimos este de chocolate fundido que nos hiciera la función de pegamento y por fin venía lo más divertido, colocar a los animalitos para dar apariencia de zoo o de arca, como sugería su título. Como habíamos metido una pajita por el cuerpo de cada animal era fácil pincharlas en la tarta...eso parecía. A mis niñas les resultaba imposible hundir los animales en el bizcocho sin mancharse los dedos de chocolate, no sé si era sin querer o... sin querer evitarlo, pues ese chocolate era delicioso. De ese modo, los animales se fueron manchando cada vez más del chocolate de sus dedos y aquella valla de pequeños troncos se tambaleaba cada vez más al paso de sus manos por ella!! Y este fue el resultado final.


    Afortunadamente no era para nadie, pues como veis, la tarta entera se inclinaba y el fondant tenía aspecto agrietado y estaba pringado de restos de chocolate. Además esos animales de extraños colores parecían futuristas. Pero aquella tarta fue una delicia, porque la compartí con ellas y nos reímos tanto modelando a estas fieras que sin ninguna duda , durante este ratito, en sus pequeñas manos cobraron vida y puedo asegurar que en algún momento oí rugir a uno de estos leones.













domingo, 3 de marzo de 2013

5- UN HAPPY IMPROVISADO PARA CLARA

    Clara llegó como un regalo. Un regalo bien hecho siempre es una sorpresa, pues no sabes qué es hasta que no lo desenvuelves. Así es Clara desde que nació y así lo sigue siendo, una continua y fascinante sorpresa. Imagina el envoltorio más bonito, quizás fuera una caja azul con rayas blancas y un lazo morado muy intenso, un lazo grande y precioso, pero nada pomposo, una sencilla y elegante lazada, como ella. Parece tan delicado, que aún no lo he desenvuelto del todo. A lo largo de estos años he ido tirando poquito a poco del lazo, despacito, para no dañarlo, para no estropear nada... me da miedo romper siquiera una esquinita. Y así, se va dejando ver poco a poco y cada trozo que veo me gusta más que el anterior y me sorprende tanto o más que los que ya he descubierto. Es un regalo inmenso, inacabable, desbordante de emociones e ilusiones nuevas, un regalo de vida.
    La mañana que Clara cumplía 11 años todo estaba preparado: la fiesta con la familia, sus regalos, su ramo de flores en el salón... tal y como ella me pidió para cada cumpleaños cuando tan solo cumplía cinco. Pero de pronto me di cuenta de algo. ¡No tenía una tarta fondant! No podía ser, su prima y su hermana habían tenido una y ¿ella no? ¡Qué descuido por mi parte! Una cosa así es la que puede rasgar el lazo... Mi niña se merecía una tarta buena y dulce, muy dulce, como es ella. Era necesario ponerse manos a la obra. ¿Qué podía hacerle ilusión? Quizá aquí nació la idea de pensar en lo que le gusta a esa persona antes de decidir el diseño de la tarta, pues a excepción de la tarta de Marta y la de Ana, donde era obvia la temática, ninguna otra tarta hasta ahora había sido el resultado de los gustos y sentimientos de cada persona hechos pastel.  En aquel momento a Clara le encantaban los "Happys" y de hecho, muchos de sus regalos de aquel cumpleaños fueron happys: taza de happy, boli de happy, cepillo de happy, cartera de happy... era inevitable, debía ser una tarta de happy. ¡Además era tan fácil! Me daba tiempo a hacerla sin problemas. Hice rápidamente las planchas de bizcocho y me fui a comprar fondant amarillo, los happy suelen ser amarillos. La regué bien con almíbar y quedó empapadita por completo. ¡Fue la primera tarta esponjosa que hice! pues hasta ahora, el bizcocho quedaba algo espeso, aunque a mí me gusta también así.

   
    
Cubrirla de fondant fue muy fácil, como la de Hello Kitty, pero esta la sentía mucho más, era un Happy pensado para Clara, lo que ella querría. La bordeé con rosa por darle algún color diferente y la cubrí con margaritas blancas, como las de su ramo. Por último escribí su nombre y sus años en el borde de la tarta y aunque la hice demasiado rápido y eso siempre se nota, quedó una tarta feliz, lo que era.

 





A Clara le encantó su tarta. Fue casi improvisada, pero respondía a lo que a ella le hacía ilusión. ¡Y de eso se trataba! No son solo ricos pasteles. De esos se pueden hacer muchísimos, deliciosos, de muchos sabores y diferentes recetas. Pero yo creo que el fondant sirve para hacer y regalar ilusión. La tarta de Clara me lo enseñó. Y esta vez lo conseguí y le regalé un trocito del esfuerzo, del cariño y de la alegría que ella nos regala sin pensarlo cada día. Y esta tarta sí tenía sonrisa, aunque reconozco que me quedó un poco extraña... La de Clara al verla sí fue una sonrisa preciosa y entonces me di cuenta de que valió la pena salir corriendo a la tienda a por el fondant y hacer un bizcocho apresurado por sacar a alguien a quien quiero tanto una sonrisa tan bonita. No sé si puedo esperar hasta su próximo cumpleaños para hacerle la que tengo en mente, una tan especial para ella que quizá hasta cobre vida y... ¡no puedo contarlo! Perdería encanto y no quiero... habrá que esperar a su cumpleaños.



   Y mientras ese cumpleaños llega, seguiré poco a poco desenvolviendo ese increíble regalo que me hicieron hace once años, intentando hacerlo con todo el amor del mundo, cuidándolo con especial cariño, pues es uno de mis bienes más preciados, un trocito vital del aire que me permite respirar cada día. Y aunque lo voy viendo poquito a poco no hace falta descubrirlo del todo para saber lo que es , yo ya lo sé sin duda alguna. Se trata de un brillante, una piedra preciosa de una pureza única que con su brillo deja deslumbrado a quien la mira. 
    Cuando la miro yo mi alma se hace un happy.

4- UNA HELLO KITTY SIN SONRISA



     Esta tarta se la hice a mi hija Claudia en su 7º cumpleaños. En realidad a ella nunca le ha gustado mucho Hello Kitty. Pero una persona  que hace unas tartas fabulosas me dijo una vez que ella había hecho por encargo y bien pagadas, por cierto, docenas de tartas de Hello Kitty. ¿Quizá debería cambiar de profesión? Mi amiga Anita, la de la boda, siempre quiere que montemos un negocio de tartas, así, en nuestras horas libres, como si fuera tan fácil….claro, tiene treinta años…aún su cabeza puede dejarse invadir por alguna que otra locura, aunque no sé por qué hablo… yo también consiento que aún entren algunas en la mía y además, siento que me quedé en los veinte… No, no saldría bien, mis tartas llevan todas un corazón dentro, y ese corazón ni es negociable ni es comestible ni puede surgir por encargo.



     Pensé que era un buen momento para probar a hacer una. Como ya he dicho en alguna tarta anterior, aún no me había propuesto hacer una tarta especial pensando en cada persona. Por eso debo reconocer que aunque quedó mona no estuvo a la altura, ni siquiera a los pies, de lo que Claudia merecía… otra persona, bueno, personita, con quien tengo una deuda de tarta….no es la única, ni mucho menos … Por cierto, con Quique ya pagué mi deuda pero mi comentario sobre su reciente tarta de “El fantasma de la ópera” y su historia tendrá que esperar turno.

     Esta tarta es muy fácil. La parte de la decoración con fondant, lo más divertido para mí, es muy aburrido. Cubres con fondant blanco, haces los bigotitos, modelas el lazo ¡¡y se acabó!! Me pareció aburrida. Además la hice muy rápido, no hay más que ver el lazo...Pero bueno, ahí está. A Claudia le gustó verla, pero no le dedicó más que los segundos reglamentarios para apagar las velas… prefería sus Squinquis. ¿Que qué son? Pues quizá mi siguiente tarta para Claudia sea sobre ellos, ya lo descubrirás…

     
   Esa tarta no representaba a Claudia pues no incluía en su receta ninguno de sus ingredientes vitales. Estos son algunos, pero no se pueden medir en gramos, hay que cerrar los ojos para saborearlos.

   ¿Sabes lo que se siente cuando esa primera brisa del verano acaricia suavemente tu rostro y tu respiración queda pausada y profundamente extasiada en ella? Cierra los ojos y siéntela ahora. ¿Conoces el olor a paz, a descanso, a vacación? Cierra los ojos y disfrútalo ahora. Seguro que alguna vez te has sentido profundamente aliviado al despertar  y comprobar que aún quedan dos horas para que suene el maldito despertador que te hará sacar los pies de tu calentito edredón al que te abrazas ahora como si fuera tu segunda piel. ¿Qué dios del Olimpo te envió esas dos horas eternas? Cierra los ojos y duérmelas ahora. ¿Has contemplado alguna vez un pueblecito nevado escondido en la montaña? ¿Te ha cortado la respiración su paisaje y el frío de esa nieve de terciopelo? Cierra los ojos y tócala ahora. Seguro que tumbado en la playa te has evadido del mundo adormeciéndote al rumor de las olas. Puedes oírlo ahora si te lo propones.  Cuando alguna vez , creyendo que la tableta de chocolate se ha terminado, abres el armario y descubres una onza escondida, quizá esperándote, descolocada entre paquetes de galletas, envuelta en papel de plata pidiendo ser rasgado, ¿no te pareció haber encontrado un tesoro? ¡Qué dulce al deshacerse en tu boca! Saboréala ahora. Una fuente inagotable de agua fresca que inunda los campos secos y hace renacer la esperanza de que surjan de nuevo en ellos pequeños brotes de vida. La carcajada limpia y contagiosa en mitad del serio discurso de cada día. El sabor a casa, el ceñir de tus zapatillas, el placer y la calma de tu sofá y tu mantita mientras llueve afuera…

   Todo eso…la tranquilidad, el refugio, la vacación, la risa, la sorpresa, la frescura, la esperanza, la alegría… todo eso es Claudia. Claudia es una fábrica de dulzura y de sonrisas. De esas que le faltan a esta tarta de Hello Kitty. Por eso esta tarta no le pega. ¿Por qué Hello Kitty no tiene sonrisa? ¿Cómo puede gustarle a un niño una muñeca sin sonrisa? 


    
     La próxima vez usaré esta receta y me olvidaré de hacer pruebas de diseños no sentidos. Hornearé todos sus ingredientes a la temperatura correcta para que sea una tarta de verdad pensada para Claudia, una tarta donde la sonrisa que le faltó a esta sea lo que es ella, una  sonrisa increíblemente perfecta.

viernes, 15 de febrero de 2013

17- CON EL CORAZÓN

     No, no es un error haber puesto 17. Esta es mi tarta nº 17, pero la hice ayer y he decidido hacer una incursión en ese estricto orden cronológico con el que empecé este blog que no acaba de convencerme, pues los sentimientos no se acogen a orden alguno y no entienden de secuencias temporales.
      
      Esta es una tarta de amor. Así de simple. Hoy es el día de los enamorados.


      Desde hace dieciséis años aún siento cómo se esboza una sonrisa en mi interior y  se me escapa un suspiro de alivio y paz cuando escucho las llaves en la cerradura de la puerta de mi casa y sé que es mi marido quien va a entrar en ella. No me gusta "mi marido" en este contexto, pues suena a serio y aburrido, aunque a mí me enorgullece decirlo. Preferiría llamarle llana y simplemente mi amor. Aún me ruborizo entonces pensando si estaré bien peinada, y me coloco el pelo en posición estratégica para ocultar esas canas tan impertinentes que han decidido no abandonarme nunca. Aún me estiro la ropa para parecer más delgada, aún me invade la perplejidad cuando descubro una vez más que me siento nerviosa al verle....aún...aún.
    Quería hacer una tarta para recordar con ella que él me hace sentir especial y que un día como hoy para mí también lo es por ello.

     Odio a esas personas que dicen que el día de los enamorados es un invento de los grandes almacenes. Hoy lo he oído de nuevo. Arrasan con la ilusión de cualquiera. Me transmiten una tremenda amargura y una deprimente desidia, la del que sólo canta villancicos por el aguinaldo, la de quien no busca en el fondo del cajón por si acaso encuentra algo que prefería mantener extraviado... Creo que en el fondo lo dicen con el pobre convencimiento del que ansía lo contrario. "El día de los enamorados debería ser todos los días" es su único argumento. De acuerdo, regálame entonces rosas todos los días y celebrómoslo todos los días y parémonos a pensarlo todos los días...¿Por qué no celebrar el amor un día? ¿Por qué no dar gracias por haber encontrado algo que no les está concedido a todos los seres?  De forma inexplicable has sido bendecido con el regalo del amor, eres la envidia de tantas personas maravillosas que no han podido encontrarlo y quizá nunca lo hagan ...¿Y a ti te parece una tontería celebrarlo? ¿Te parece una frivolidad? Que levante la mano la mujer a la que no le gusta que el hombre al que ama le regale rosas un día como hoy...  Y si esto se lo han inventado de verdad los grandes almacenes, ¡bendito Corte Inglés!


     De vez en cuando la vida, como diría Serrat, te concede sólo las hieles del invierno y no te consulta entonces si quieres o no saborearlas. Y el  alma se te quiebra en tantos pedazos que ya nunca vuelve a quedar completamente unida y descubres entonces que se han abierto en ella unas terribles grietas que te acompañarán durante el resto de tu existencia. Quedas devastado por la fuerza de la vida, la misma que nos regala felicidad y dolor, no siempre a partes iguales, casi nunca con justicia.  No tienes elección, no puedes decirle llevatelo y ya lo viviré en otro momento. Y te despiertas un día preguntándote en qué momento cruzaste la calle sin mirar y fuiste fulminado por aquel camión que se te llevó por delante. No te da la opción. Pero sí tienes la de elegir celebrar lo bueno. Lo aprendí hace mucho tiempo y desde entonces  intento vivir de forma especial todas las celebraciones posibles, aunque sólo se trate de una simple comida familiar o entre amigos, pues tengo la certeza vivida de que cuando lo haces surgen sonrisas, miradas y besos que no rellenan aquellas grietas pero ayudan a que sean mucho menos profundas. Porque sólo el amor puede conseguir que mires de nuevo de frente a la vida. ¿Y de verdad no vamos a celebrarlo?

     Yo no quiero desperdiciar pues la oportunidad de celebrar el 14 de febrero. Yo quiero hablar de amor un día. Y quiero decirle que él es lo más importante para mí y que mi vida es muy aburrida cuando él no está y que siento vértigo cuando está cerca. Y aunque todos los días lo siento así, y aunque todos los días lo pienso, hoy quiero detenerme en mis sentimientos. Quiero mirarme en sus ojos y sentarme a ver cómo mi vida  pasa reflejada en ellos. Quiero que el reloj se detenga y me regale un segundo de eternidad junto a él.  Quiero pedirle hoy a ese Dios que aún no sé si existe que no dejemos de sentir así nunca. Quiero que su amor rellene mis grietas y me ayude a tener el alma completa. Quiero regalarle el mío para que en la suya nunca se haga una.

    No estoy sola en esto.  ¿Acaso hay alguien que no se estremezca viendo Love Actually en ese delicioso momento en que el chico americano atraviesa un océano en busca de Aurelia para declararle su amor cuando ni siquiera hablan el mismo idioma? ¿De verdad, ni un poquito? Pues a mí no me cuesta reconocer que se me caen las lágrimas a borbotones cada vez que la reponen. ¿De verdad no se siente algo especial cuando un 14 de febrero el ascensorista del Empire State Building deja pasar a Harry y por fin se encuentra con Sally, de quien se ha enamorado a través de un programa de radio? ¿Y cuando Jerry Maguire le dice a su chica "Tú me completas"? ¿De verdad no querrías ser esa chica? Pero para sentirlo hay que ver estas películas con el corazón, pues como dice Forrest Gump las cosas esenciales de la vida son invisibles a los ojos. Y ¿por qué no elegir un día al año para meditar sobre todo esto? ¿Y por qué no un 14 de febrero? Me da igual el día, mientras no sea de ese mes el veintinueve....

     Ayer empecé mi tarta haciendo rosas, rosas para el 14 de febrero. Si había un día en el que debía aprender a hacerlas, ese era hoy. Lo busqué en un tutorial de internet y para ser las primeras que hago me parece que quedaron preciosas. Me encantan las rosas.

 
     
     
     La primera que hice era de un tono más claro, de color coral, pero no me convencía para una rosa de amor.
Así que decidí teñir este fondant coral con un tinte rojo intenso del que se usa para hacer la glasa de las galletas. Me llevó un tiempo, pero mereció la pena, ahora sí era un rojo pasión, un rojo de amor.
     Mis niñas me ayudaron a hacer todas las rosas pequeñitas. Tengo un molde perfecto para hacerlas y a ellas les encantó participar de la tarta. Ibamos dejando todo en un plato de papel, en mi pequeña cocina, sin más glamour que el cariño que se respiraba al moldear las tres juntas el fondant.


Después sus pequeñas rositas quedaron así en la tarta...divinas, como ellas...










Esta mañana al levantarme he visto unas preciosas rojas rojas en mi cocina. Son tan bonitas...Y estas no eran de fondant, son de verdad y cuando las miro siento el mismo amor que cuando le oigo llegar a casa. Vaya, parece que mereció la pena quedarme hasta las dos de la mañana haciendo una tarta que no probaré, pues estoy a dieta, cuando hoy trabajaba y me he levantado a las 7 y media, como cada mañana. Me lo pasé bien haciéndola...  ¡Me encantó hacer las rosas!..  Me llené de amor. Gracias, San Valentín, me hiciste sentir viva una vez más.


     Cuando escuché a aquel bohemio escritor decirle a Satine esta frase en Moulin Rouge, supe que lo mío no era frecuente y que soy una privilegiada y volqué todo mi amor en harina tamizada y chocolate fundido y así nació esta tarta.
Lo mejor que puede ocurrirte es que ames y seas correspondido.

 A mí me ocurre.