miércoles, 10 de abril de 2013

7- ¡DE VACACIONES!

    No sé si es que yo soy una niña mimada o es porque mi trabajo siempre me ha obsequiado con unas largas vacaciones, pero no hay para mí una sensación más placentera que la emoción que vivo los días previos a la llegada de las ansiadas vacaciones de verano. Y aunque, como ya he dicho, las mías son muy largas, en realidad las vacaciones no empiezan realmente ¡hasta que no te vas a la playa! 
    Un fin de semana de julio se nos ocurrió a mis hermanas y a mí juntar a toda la familia para hacer una comida de despedida, pues cada uno marchaba antes o después a sus respectivos destinos de vacaciones.
    Entonces se me ocurrió. En aquel libro que os comenté de mi prima la de Irlanda había una tarta de maletas que me dejó impresionada. Y como yo no me pienso dos veces hacer lo que de pronto se me mete entre ceja y ceja decidí ponerme a hacer mi tarta de maletas. ¿Qué mayor muestra de espíritu vacacional?

   
   Tuve que hacer 4 bizcochos y aún así me quedó mucho más fina de lo que debería. En realidad, en el modelo del libro no se veían dos maletas como al final se apreciaban en mi tartas, sino una maleta y un maletín, pero fui incapaz de conseguir ese aspecto.
   Era una tarta fácil: forrar dos rectángulos con fondant rojo y hacer las asas y los bordes con fondant blanco más unos pequeños cierres de color gris. Lo único complicado fue conseguir que esas asas tan pesadas no se cayeran, para lo que tuve que esmerarme en conseguir enganchar cada asa al macizo del bizcocho a través de muchas pajitas. 
   Quedó bonita, aunque si la hiciera ahora me saldría mucho mejor, conseguiría el volumen que necesitaba y daría a los cierres un aspecto de costura rematada que las haría mucho más reales, gracias a las herramientas de las que ahora dispongo, pero eso es precisamente lo que tiene ir aprendiendo poco a poco.
   Hacer esa tarta fue una celebración absoluta pero cuando todos la vieron a los postres se transformó en una eplosión de alegría. La tarta era monísima, pero su significado era delicioso, el de una gran emoción compartida por todos. 

  Le puse flores y mariposas veraniegas revoloteando alrededor de las maletas. En realidad me hacía ilusión estrenar esos moldes de mariposas que dan un resultado tan bonito y no pude contenerme y pegar algunas como viajeras improvisadas sobre ellas. Escribí un "Feliz verano" con un tubo de icing gel que me regalaron junto a otros tres de diferentes colores pero que no me convencen, pues es muy dificil escribir con ellos. Tampoco tenía en aquel momento los moldes de letras que tanto juego me han dado en tartas posteriores. Añadí también unas flores que no pegaban nada, pero una vez hechas, me dio pena tirarlas...

  
    ¡La vida sin horario! ¡El soñado descanso! ¡El viaje prometedor hacia un sol infinito! La sensación de creer que durante unos días somos nosotros quienes disponemos del ritmo de nuestras vidas y bailamos a nuestro son y no al de otros... Visto desde la distancia, inmersa en amargos madrugones y en plena vorágine laboral, de la que aún debo dar gracias, creo que el sabor de las vacaciones es más dulce que el de cualquiera de mis tartas. Pero cada pequeño trozo de esas dos maletas nos supo a todos a pura gloria. Y aunque escasas de ropa, fueron el equipaje perfecto para emprender al fin nuestros respectivos viajes.


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