viernes, 15 de febrero de 2013

17- CON EL CORAZÓN

     No, no es un error haber puesto 17. Esta es mi tarta nº 17, pero la hice ayer y he decidido hacer una incursión en ese estricto orden cronológico con el que empecé este blog que no acaba de convencerme, pues los sentimientos no se acogen a orden alguno y no entienden de secuencias temporales.
      
      Esta es una tarta de amor. Así de simple. Hoy es el día de los enamorados.


      Desde hace dieciséis años aún siento cómo se esboza una sonrisa en mi interior y  se me escapa un suspiro de alivio y paz cuando escucho las llaves en la cerradura de la puerta de mi casa y sé que es mi marido quien va a entrar en ella. No me gusta "mi marido" en este contexto, pues suena a serio y aburrido, aunque a mí me enorgullece decirlo. Preferiría llamarle llana y simplemente mi amor. Aún me ruborizo entonces pensando si estaré bien peinada, y me coloco el pelo en posición estratégica para ocultar esas canas tan impertinentes que han decidido no abandonarme nunca. Aún me estiro la ropa para parecer más delgada, aún me invade la perplejidad cuando descubro una vez más que me siento nerviosa al verle....aún...aún.
    Quería hacer una tarta para recordar con ella que él me hace sentir especial y que un día como hoy para mí también lo es por ello.

     Odio a esas personas que dicen que el día de los enamorados es un invento de los grandes almacenes. Hoy lo he oído de nuevo. Arrasan con la ilusión de cualquiera. Me transmiten una tremenda amargura y una deprimente desidia, la del que sólo canta villancicos por el aguinaldo, la de quien no busca en el fondo del cajón por si acaso encuentra algo que prefería mantener extraviado... Creo que en el fondo lo dicen con el pobre convencimiento del que ansía lo contrario. "El día de los enamorados debería ser todos los días" es su único argumento. De acuerdo, regálame entonces rosas todos los días y celebrómoslo todos los días y parémonos a pensarlo todos los días...¿Por qué no celebrar el amor un día? ¿Por qué no dar gracias por haber encontrado algo que no les está concedido a todos los seres?  De forma inexplicable has sido bendecido con el regalo del amor, eres la envidia de tantas personas maravillosas que no han podido encontrarlo y quizá nunca lo hagan ...¿Y a ti te parece una tontería celebrarlo? ¿Te parece una frivolidad? Que levante la mano la mujer a la que no le gusta que el hombre al que ama le regale rosas un día como hoy...  Y si esto se lo han inventado de verdad los grandes almacenes, ¡bendito Corte Inglés!


     De vez en cuando la vida, como diría Serrat, te concede sólo las hieles del invierno y no te consulta entonces si quieres o no saborearlas. Y el  alma se te quiebra en tantos pedazos que ya nunca vuelve a quedar completamente unida y descubres entonces que se han abierto en ella unas terribles grietas que te acompañarán durante el resto de tu existencia. Quedas devastado por la fuerza de la vida, la misma que nos regala felicidad y dolor, no siempre a partes iguales, casi nunca con justicia.  No tienes elección, no puedes decirle llevatelo y ya lo viviré en otro momento. Y te despiertas un día preguntándote en qué momento cruzaste la calle sin mirar y fuiste fulminado por aquel camión que se te llevó por delante. No te da la opción. Pero sí tienes la de elegir celebrar lo bueno. Lo aprendí hace mucho tiempo y desde entonces  intento vivir de forma especial todas las celebraciones posibles, aunque sólo se trate de una simple comida familiar o entre amigos, pues tengo la certeza vivida de que cuando lo haces surgen sonrisas, miradas y besos que no rellenan aquellas grietas pero ayudan a que sean mucho menos profundas. Porque sólo el amor puede conseguir que mires de nuevo de frente a la vida. ¿Y de verdad no vamos a celebrarlo?

     Yo no quiero desperdiciar pues la oportunidad de celebrar el 14 de febrero. Yo quiero hablar de amor un día. Y quiero decirle que él es lo más importante para mí y que mi vida es muy aburrida cuando él no está y que siento vértigo cuando está cerca. Y aunque todos los días lo siento así, y aunque todos los días lo pienso, hoy quiero detenerme en mis sentimientos. Quiero mirarme en sus ojos y sentarme a ver cómo mi vida  pasa reflejada en ellos. Quiero que el reloj se detenga y me regale un segundo de eternidad junto a él.  Quiero pedirle hoy a ese Dios que aún no sé si existe que no dejemos de sentir así nunca. Quiero que su amor rellene mis grietas y me ayude a tener el alma completa. Quiero regalarle el mío para que en la suya nunca se haga una.

    No estoy sola en esto.  ¿Acaso hay alguien que no se estremezca viendo Love Actually en ese delicioso momento en que el chico americano atraviesa un océano en busca de Aurelia para declararle su amor cuando ni siquiera hablan el mismo idioma? ¿De verdad, ni un poquito? Pues a mí no me cuesta reconocer que se me caen las lágrimas a borbotones cada vez que la reponen. ¿De verdad no se siente algo especial cuando un 14 de febrero el ascensorista del Empire State Building deja pasar a Harry y por fin se encuentra con Sally, de quien se ha enamorado a través de un programa de radio? ¿Y cuando Jerry Maguire le dice a su chica "Tú me completas"? ¿De verdad no querrías ser esa chica? Pero para sentirlo hay que ver estas películas con el corazón, pues como dice Forrest Gump las cosas esenciales de la vida son invisibles a los ojos. Y ¿por qué no elegir un día al año para meditar sobre todo esto? ¿Y por qué no un 14 de febrero? Me da igual el día, mientras no sea de ese mes el veintinueve....

     Ayer empecé mi tarta haciendo rosas, rosas para el 14 de febrero. Si había un día en el que debía aprender a hacerlas, ese era hoy. Lo busqué en un tutorial de internet y para ser las primeras que hago me parece que quedaron preciosas. Me encantan las rosas.

 
     
     
     La primera que hice era de un tono más claro, de color coral, pero no me convencía para una rosa de amor.
Así que decidí teñir este fondant coral con un tinte rojo intenso del que se usa para hacer la glasa de las galletas. Me llevó un tiempo, pero mereció la pena, ahora sí era un rojo pasión, un rojo de amor.
     Mis niñas me ayudaron a hacer todas las rosas pequeñitas. Tengo un molde perfecto para hacerlas y a ellas les encantó participar de la tarta. Ibamos dejando todo en un plato de papel, en mi pequeña cocina, sin más glamour que el cariño que se respiraba al moldear las tres juntas el fondant.


Después sus pequeñas rositas quedaron así en la tarta...divinas, como ellas...










Esta mañana al levantarme he visto unas preciosas rojas rojas en mi cocina. Son tan bonitas...Y estas no eran de fondant, son de verdad y cuando las miro siento el mismo amor que cuando le oigo llegar a casa. Vaya, parece que mereció la pena quedarme hasta las dos de la mañana haciendo una tarta que no probaré, pues estoy a dieta, cuando hoy trabajaba y me he levantado a las 7 y media, como cada mañana. Me lo pasé bien haciéndola...  ¡Me encantó hacer las rosas!..  Me llené de amor. Gracias, San Valentín, me hiciste sentir viva una vez más.


     Cuando escuché a aquel bohemio escritor decirle a Satine esta frase en Moulin Rouge, supe que lo mío no era frecuente y que soy una privilegiada y volqué todo mi amor en harina tamizada y chocolate fundido y así nació esta tarta.
Lo mejor que puede ocurrirte es que ames y seas correspondido.

 A mí me ocurre. 



martes, 12 de febrero de 2013

3. ANITA SE CASA

     Soy profesora. Siempre he querido serlo, incluso desde que no tenía uso de razón...Sé que no mucha gente siente desde tan pequeña una vocación con tanta certeza como yo. Soy afortunada... Sin embargo, desgraciadamente debo decir que, después de más de veinte años dando clase, empiezo a acusar gravemente el peso de mi profesión. Pero tranquilos, aún siento la magia cuando cierro la puerta del aula, esa que sólo pueden entender los auténticos profesores de lápiz y tiza inmersos en las nuevas tecnologías de las pizarras digitales...
     Sin embargo la dureza de este trabajo es menor cuando puedes compartirla con compañeras tan estupendas como las que yo tengo, buenas profesionales, mejores personas, auténticas mujeres que siempre saben escucharte y con las que siempre puedes contar.  Entre todas, una muy especial para mí es Ana. Las dos somos tutoras de un 3º de Primaria (8-9 años). Una edad fácil, gratificante, pero agotadora....
     Ana nos sorprendió el curso pasado con la grata noticia de su boda. Después de alguna que otra confesión amorosa -las mujeres nos lo contamos todo o...casi todo- por fin Ana había encontrado su príncipe azul. Se casó el 17 de marzo del año pasado. Fue un gran acontecimiento, que alegró nuestro pasillo durante meses y nos llenó de ilusión a muchas profesoras que, como yo, encandiladas con las bodas, hacía más de una década que habíamos pasado por tal evento. Y es que Ana transmitió entonces y transmite ahora la frescura del principio, la alocada libertad que proporciona la ignorancia del posible devenir de la vida, la ilusión de lo que aún no ha llegado... Me encanta hablar con ella. Me escucha siempre con mucha atención, con su cara hierática que nunca te permite saber si le parece bien lo que dices o está en completo desacuerdo, pero me escucha...dice que aprende cosas de mí... Yo siempre le respondo que yo aprendo muchas más cosas de ella. Me enseña cada día a ver las cosas desde otra perspectiva, a ser más tolerante, a saber que el gris también existe. Con Ana siento que hemos ido poco a poco sembrando una llana y bonita amistad. Debe ser que relajarnos comiendo  juntas yogures desnatados en la clase mientras los niños están en el patio une de una forma especial. Ana es un diamante auténtico que no es consciente de su talla ni de su valor.

     Algo así y una celebración como esta bien merecían una tarta.

     Pero no me conformé con una tarta normal. ¡Era una boda! Así que empecé a diseñarla. Quería hacer unos novios de pie en medio de la tarta, pero al final tuve que optar por un diseño de novios tumbados, no era capaz de mantenerlos en pie mientras los hacía. Busqué en internet dibujos de novios y di con uno que me encantó. Empecé por ahí. No sabía que me llevaría 4 horas hacer estos dos simples muñecos... para que luego digan que me doy maña...
   
   

     Me relaja mucho hacer mis tartas, pero estos muñecos me costaron bastante. ¡Estuve una hora para hacer los ojos! Quería darles expresividad y no sé cuántas veces pude repetirlos. 
Me encantan las pestañas de la novia. Pero lo que más me gustó fue hacer el vestido.  Recuerdo que mi hija Clara hizo el ramo de la novia, estrenando un cortador recién comprado que tanto juego me ha dado después. Se da la circunstancia de que en aquel momento Ana era su profesora de lengua.
      Intenté que se parecieran a los auténticos Ana y Álvaro, aunque sólo fuera en el color del pelo...
     Esta tarde le he contado a Ana que iba a hablar de su tarta. Y me he emocionado mucho al recibir por whatsap una foto actual de estos muñecos...¡aún los conserva! ¡Y están igual! Dice que para ella es un recuerdo de valor y que no lo va a tirar... ¿puede haber una razón mejor para seguir haciendo tartas a las personas a las que quiero?
   Una vez que acabé los muñecos empecé con mi el bizcocho. Me empeñé en hacer dos alturas, para que la tarta fuera tan importante como la boda. Acabé el primero.

    No los miréis muy de cerca, tenía muchos errores. Tenía entonces que hacer el segundo piso. ¡Qué cansancio! Hacer la tarta, emborracharla y rellenarla es trabajoso y poco divertido. Cuando acabé de poner el fondant habían pasado 4 horas. Esta tarta empezaba a parecer la obra del Monasterio del Escorial, pero tenía que terminarla. Ana nos invitaba a cenar en su casa un día después y yo quería regalarle su tarta.
     Día siguiente. Me lancé a hacer el segundo piso. Me quedó mono, aunque como dije en la tarta de Quique no me resulta nada fácil hacer lazos.



Los 4 agujeritos que se ven son los "cimientos " de la tarta, para poder aguantar el peso de los novios. También la tarta de abajo lleva estos cimientos, unas resistentes pajitas de colores.
    
Ya sólo quedaba montarla del todo y ese momento fue muy emocionante. Llevaba un total de 12 horas haciendo la tarta de Ana y se la iba a dar al día siguiente. ¡Ana se casaba y yo quería felicitarla de un modo especial!

El día antes de su boda, los niños de su clase la recibieron con una flor cada uno y sonaba de fondo en el ordenador la canción de Bruno Mars "Marry you". Siempre que escucho esa canción veo la cara de felicidad de Ana y Álvaro entrando por aquella alfombra verde hacia el altar y siento que formé parte de la alegría y emoción de aquellos días. Y cuando recuerdo lo que me costó hacer a los dichosos novios de la tarta sé que mereció la pena.


2 - UNA PARA QUIQUE

      En realidad, mi tarta del violín había sido una experiencia estupenda. Observar las caras de la gente cuando la ven antes de degustarla es un placer. Pero aún no había decidido lo de hacer una tarta para cada evento especial y fue en el último momento, la noche anterior al 18º cumpleaños de mi sobrino, cuando decidí hacerle también a él una tarta. Pero como no la había pensado ni tenía entonces la mente abierta a ideas locas, como ahora, le hice un pastel muy normalito con la inicial de su nombre y los años que cumplía, pero no por ello falta de cariño...

      Para haber cumplido una edad tan especial, ¡vaya tarta rollo que le hice! ¡ Y el bizcocho seco!! Aún no sabía que debía emborracharlo con un buen almíbar. En cada diseño he ido aprendiendo algo. Dentro de una semana celebramos su cumpleaños, tendré que esmerarme...



¡Encima llevaba lacito!
¡Y lo que me costó hacerlo! ¡Parecen fáciles...!


1 - EL VIOLÍN DE MARTA

        Mi primer diseño fue un violín para mi sobrina en su 11º cumpleaños. Ese año se había matriculado en el conservatorio para estudiar 1º de violín. ¡Obtuvo una nota fantástica en las pruebas de admisión! Podía haber elegido piano, pues en función de la nota obtenida eliges instrumento, y haber continuado así la preciosa labor de su abuelo, mi padre, un genial pianista de profesión. Pero las circunstancias hicieron que fuera el violín el instrumento elegido y esta opción tampoco era ajena a nuestra historia.
        Un diseño nada fácil para ser el primero pero la ignorancia es muy atrevida y cuando algo se me mete en la cabeza, no hay quien me pare.
       Vengo de una familia de músicos, de músicos de verdad. Mis abuelos paternos y sus hermanos respectivos, también casados entre ellos, formaron una orquesta profesional que durante muchos años amenizó  las tertulias de salas tan importantes como Barceló, Conga, Rumbo, J´hay, La Parrilla, Balboa y otras tantas de moda en aquellos tiempos que no sé... Mi abuela Celia, a la que llamábamos Lela,  estudió la carrera de violín y su hermana Carmen, la de piano. Se casaron con dos hermanos húngaros que también llevaban la música y las chardas en la sangre, un violinista y un pianista que junto a sus padres y primos también formaban una orquesta en aquel país, del que un día tuvieron que salir para no volver.
       Como veis, la decisión de Marta de empezar a estudiar violín bien merecía un pastel de celebración.
        Amplié una imagen de un violín sacada de internet y me puse manos a la obra. ¡¡¡Tuve que hacer 3 bizcochos!!! Aún no sabía que esa sería la tónica general para el resto de mis tartas... Recortarla, darle forma y pensar en cómo hacer las cuerdas me llevó varias horas... pero, aunque era un pastel lleno de defectos, entre ellos que le puse una cuerda de más, mereció la pena.



        Sé que a Marta le hizo mucha ilusión aquel pastel, que ni siquiera pudo probar debido a su alergia, pero sé que les gustó más a mis hermanas y que las tres pensamos "qué pena que no lo haya podido ver la Lela."


domingo, 10 de febrero de 2013

CÓMO EMPECÉ A HACER FONDANT

       No sé cómo ni en qué momento llegué a ver una tarta decorada con fondant, pero recuerdo que me pareció una idea genial; hacer una tarta deliciosa y a la vez crear una manualidad comestible, única y personal, era para mí un atractivo reto. Siempre me ha gustado cocinar, especialmente, la repostería. Era muy pequeña cuando hacía con mi madre una deliciosa tarta de manzana y muchas madalenas...aún recuerdo aquel gordo y viejo libro de recetas...

      Así que empecé a buscar información en internet sobre estas tartas. Asistí a un curso muy breve donde me explicaron lo básico sobre cómo trabajar el fondant y me decidí a crear las mías.
      Debo reconocer que me apasiona pensar en la tarta que voy a hacer y para quién. Desde el principio hasta el final del proyecto es una aventura, lo más divertido es imaginar cómo va a ser la tarta, pensando siempre en la persona a quien se la voy a regalar. Todas mis tartas las he hecho para alguien a quien quiero. Pensar en esa persona y en su pastel, especial para ella, me llena de ilusión y de ganas de ponerme manos a la obra. 

       Aquí quiero poner las tartas que he ido haciendo desde hace algo más de un año, cuando  me lancé a la aventura del fondant, y contar su historia, para quiénes fueron hechas y por qué... todas son pedacitos dulces de cariño para cada uno de ellos.

       Sigo buscando información y ayuda en internet para poder mejorar y desde aquí doy las gracias a todas las personas que de forma tan desinteresada cuelgan recetas, vídeos y consejos tan útiles que nos ayudan a los demás a querer seguir aprendiendo. De vosotros obtengo muchas ideas geniales para decorar mis tartas.
      Como veis, soy totalmente amateur, no pretendo en absoluto con este blog presumir de arte culinario, pues sencillamente, hago lo que puedo...
Estos son mis pasteles y sus historias, pequeños trocitos de mi vida contados en tartas.