domingo, 16 de febrero de 2014

11- CORRE, FORREST, CORRE!!


    Resulta difícil publicar de nuevo una de mis tartas cuando una de las personas cuya opinión más me importaba, de las que más anhelaba su crítica, ya no puede dármela...Escribí este trocito de vida hace más de cinco meses y después quedó suspendida en el aire, detenida en su camino, cayendo despacio como los bellos copos de nieve que mecidos en su espesura tardan mucho en caer y cuando lo hacen se acurrucan en un trocito de asfalto, preparados para derretirse con el sol de la mañana. Igual que ellos este trozo de vida ha tocado suelo y siento que debo al fin publicarlo y que ha de ver la luz tal y como lo escribí entonces, preparado para fundirse en los ojos de quien quiera leerlo, como el humilde copo. Le dedico a MªÁngeles esta y todas mis tartas posteriores, pues siento que desde algún lugar me seguirá ayudando a escribir y me animará a creer que merece la pena intentarlo, como siempre lo hizo.
     Por todo tu cariño, por todo tu apoyo, siempre, gracias.


¡¡CORRE, FORREST, CORRE!!

    A veces le llamo Forrest desde que se instaló en él esta fiebre loca por correr. Una fiebre que no parece remitir nunca y que, lejos de producirle dolencia alguna, le proporciona un placer difícil de entender para aquellos a los que como a mí, el deporte nos pilló algo a traspiés y nos quedó un poco lejano...Como dijo Forrest cada uno saborea en la vida los bombones que le tocan y a mí me tocaron muchos con sabor a música y a estudio y muy pocos con sabor a  meta y a gimnasio. De los de chocolate amargo también, como todos, saboreé algunos y quizá aún me queden, pues parece ser que los de este tipo no se acaban nunca...
   Mientras comento esta tarta, mi marido está entrenando para hacer su cuarto maratón. La hice precisamente para celebrar el tercero, hace aproximadamente un año. Fue en Valencia. Y en esta ocasión no pude acompañarle. Me quedé en casa y como no podía perseguirle por toda la ciudad hasta el final como en otras ocasiones, me conecté a internet y pude observar la llegada de todos los corredores en directo. Había una cámara magnífica instalada en la meta. Sin embargo, la conexión se cortó durante dos minutos cuarenta segundos. Después de llevar pegada al monitor examinando millones de personas imposibles de identificar por la mala calidad de la imagen, con la esperanza de que fuera él, sería muy mala suerte que cruzara la meta justo en esos dos minutos, casi imposible, ¿no? Pues efectivamente, así fue. Una injusticia similar a cuando llegué cuatro minutos tarde en el maratón de Madrid después de recorrerme en metro y corriendo toda la ciudad con mis tres hijos...Teniendo en cuenta que a la primera meta llegué por los pelos después de pegarme un sprint de los que hacen época atravesando como una loca por el medio de la Ciudad de las Ciencias un sinfín de caminos de tierra que terminaron justo a tiempo de poderle hacer una foto acariciando el arco de llegada...había cumplido su sueño...el primero.
   Así que decidí que ya que no había podido ver su llegada a la meta, haría especial su llegada a casa. Y cómo no, qué mejor que una tartita conmemorativa. Se me ocurrió rápido, tenía el fondant pues no eran necesarios colores muy especiales pero me faltaba algo simbólico...su zapatilla!! Así que fui corriendo al zapatero y cogí zapatillas de cuatro modelos diferentes. No sabía cuál elegir y después de mucho observarlas decidí quedarme con la que que a priori parecía más sencilla de hacer. Y sí, volví a hacer una de las mías, elegí de todas ellas ¡¡una zapatilla de tenis!! ¡Todas las demás eran de correr! Pero ya he explicado que mi relación con el deporte es algo escasa y desconocía ese pequeño detalle. Me la llevé a la cocina y la coloqué sobre el radiador y fue mi modelo inspirador durante todo el día.
Hice mi bizcocho habitual en un molde rectangular y a partir de él comencé a cortar trocitos y a modelarlo hasta que empezó a tener el aspecto de una zapatilla. Y poco a poco, gracias al fondant, fue cobrando vida.



   Y después, fui colocando poco a poco la lengüeta, las tiras y los pequeños detalles que la hacían más real. Me costó mucho hacer las tiras traseras, esos pequeños detalles tontos que siempre hay en una de estas tartas y que parecen sencillos y después te llevan tanto tiempo. Por último elaboré los cordones. Fue lo mejor porque al colocarlo sobre la zapatilla le transmitió su autenticidad. Le dibujé costuras y arrugas de uso con la ayuda de un simple tenedor y quedaron muy reales.




   Y entonces sólo faltaba ponerle un número, el del tercer maratón,  y un nombre. Y así quedó.


  A veces me cuesta encajar que le apasione tanto irse a correr, especialmente cuando se va por la noche, al volver de trabajar. Sin embargo creo que he llegado a entender sus razones. Después de mucho escuchar cuáles son sus sensaciones cada vez que hace una de estas carreras creo que sé lo que piensa. Siente  que a lo largo de esos inacabables 42 kilómetros va persiguiendo un sueño y sabe que si atraviesa la meta lo conseguirá y podrá casi tocarlo, como los leprocones cuando llegan al arco iris...pero sin olla con monedas de oro al otro lado... Y es ese empeño el que le anima a seguir corriendo, a vencer las dificultades, a superar los obstáculos, a ignorar el dolor, a querer dar otro paso cuando ya no se puede más, a pensar que a pesar del esfuerzo merece la pena, a apoyarse en los que le quieren...vaya...suena como la vida...

    En esta ocasión hice unas fotos graciosas. Hay quien no ha llegado a creerse que una de ellas es una tarta, aunque es evidente que son diferentes. Me lo pasé bien enseñando estas fotos, quedaron curiosas.





Se llevó las manos a la cara en señal de sorpresa cuando vio su tarta encima de la mesa de la cocina al llegar a casa. A pesar de que fuera de tenis...Valió la pena hacerla solo por eso. Mis hijos se encargaron enseguida del resto...



 A mí lo que más me gusta de esta zapatilla es que mi vida encaja a la perfección en su horma, en esa talla y en ese modelo, y eso hace que me sienta cada día como Cenicienta. Sin embargo, conmigo cambió el cuento, pues en el mío, el hechizo no acaba a las doce!! Así que...¡Corre, Forrest, corre!, no me importa perderte a ratitos, pues en cada zancada que das mi vida va en tu zapatilla y a cada meta que llegas un trocito de mis sueños también se cumple con los tuyos...


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